Decimoquinto Domingo del Tiempo Ordinario - Joey Austin
Julio 10, 2021 - 7:00 PM

Grabación de audio

La pobreza se nos presenta de muchas formas. Puede haber falta de comida, falta de hogar, falta de amigos, falta de confianza, falta de amor.

Siento que cuando pienso en la pobreza, mi mente suele a pensar en estas dos primeras formas de pobreza: falta de comida y falta de hogar. Pero debo recordar, como quizás muchos de nosotros también debemos, que la pobreza se presenta de muchas formas diferentes.

El Papa Francisco nos dice que debemos descubrir a Cristo en los pobres, y esto significa pasar tiempo con ellos, escucharlos y tratar de comprenderlos y darles la bienvenida, porque, como dice el Papa, “Jesús no solo está del lado de los pobres sino también comparte su suerte".

Pienso en estas palabras de nuestro Papa, para pasar tiempo, escuchar y comprender a los pobres. ¿Qué más es esto sino comunión o solidaridad con nuestro prójimo? Sus palabras son un recordatorio de la importancia de reconocer la pobreza en sus múltiples formas. El hecho de que alguien tenga comida y refugio no significa que sean ricos en todo lo que importa. Ciertamente, la comida y el un hogar garantizan el bienestar de nuestro cuerpo y también de nuestra mente de determinadas formas. Pero la importancia de la comunión con el prójimo, la capacidad de estar con otra persona y de tener una experiencia simplemente como un ser humano que merece dignidad y amor es importante para el espíritu del hombre.

Al ver el rostro de Cristo en los que viven en la pobreza, nosotros mismos estamos viendo con los ojos de Cristo. Y al recibir amor y ayuda, en lugar de desprecio y abuso, estamos recibiendo el amor de Dios así como nosotros, que nos encontramos en la pobreza, podemos recibir humildemente lo que nos está dando nuestro prójimo.

Por eso debemos recordar siempre que la pobreza no se trata solo de bienestar físico. No se trata solo de ser alimentados y tener un techo sobre nuestra cabeza. Podemos ser pobres de formas que son aún más dañinas, ya que dañan nuestro bienestar mental o nuestro bienestar social. Ciertas formas de pobreza pueden dañar nuestro espíritu.

Hay una distinción importante que hace el Papa Francisco entre dar limosna y compartir mutuo que destaca lo fácil que puede ser para nosotros caer en una forma de pobreza que resulta en una falta de amor por nuestro prójimo. Él nos dice que la limosna a veces puede convertirse en una forma de auto gratificación para el dador, y también puede volverse degradante para el recibidor de la limosna, en lugar de ser edificante. Esto no quiere decir que la limosna sea por naturaleza así, pero se nos recuerda que estemos en guardia con el acto de dar limosna, que debe ser un acto impulsado por la caridad y que no se convierta en un acto impulsado por el orgullo. Cuando una limosna se vuelve impulsada por el orgullo, el individuo que la da entra en una especie de pobreza, porque se quita la capacidad de ser movido por el amor a Dios y al prójimo y, en cambio, se deja llevar por un pervertido amor propio.

En cambio, El acto de compartir en mutuo es descrito por el Papa Francisco como un acto que nos lleva a la fraternidad y que ayuda a construir los cimientos de la justicia. Parece que una vez más está poniendo de relieve la importancia de estar al tanto de las diferentes formas de pobreza.

La limosna puede, aunque no siempre, convertirse en una actividad que satisface la conciencia sin tener que interactuar con los que sufren de pobreza. El compartir mutuo, por otro lado, parece estar más centrado en la construcción de la comunidad, lo que permite que se derrumben los muros que construimos erróneamente en las esferas sociales y mentales entre ricos y pobres. Al hacerlo, el compartir mutuo aborda algo más que la forma física de la pobreza. El compartir mutuo también aborda las formas espirituales de pobreza.

A medida que continuamos en nuestro viaje de seguir a Cristo, que se nos dé la gracia de reconocer y abordar adecuadamente la pobreza que encontramos, en cualquier forma que aparezca.