Décimo sexto Domingo del Tiempo Ordinario - Padre Adán Royal
Julio 17, 2021 - 7:00 PM

Grabación de audio

Jesús estaba cansado. Él y sus apóstoles habían pasado todo el día enseñando y sanando. Habían escuchado todas las súplicas de la multitud y habían respondido. Los enfermos ahora estaban sanos, los hambrientos estaban colmados y todos habían aprendido acerca de los misterios del reino. Jesús estaba cansado. Creo que ignoramos con demasiada facilidad este tema en los evangelios. Si bien Jesús es completamente Dios, también es completamente humano. Jesús experimenta todas nuestras debilidades. La Carta a los Hebreos dice: “No tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que ha sido igualmente probado en todos los sentidos, pero sin pecado” (4:15). La experiencia de Cristo de nuestras pruebas, incluso el más pequeño de los sufrimientos, como estar cansado, es la fuente de su simpatía por nosotros. Así puede ayudarnos a superar nuestros sufrimientos y ofrecer el mismo amor que él ofrece.

Cuando Jesús estaba cansado, llamó a sus discípulos a un lugar desierto para que todos pudieran descansar y prepararse para otro día. No funcionó. La multitud los encontró. Cuando Jesús los vio, vio a un pueblo que también estaba cansado, hambriento y abatido por la vida. Conmovieron su corazón a la piedad. Dejando a un lado la preocupación por sus propias necesidades corporales, Jesús les mostró misericordia.

Y deberíamos hacer lo mismo. El ejemplo de Jesús debería inspirarnos. Queremos un mundo donde la misericordia sea algo común y no una sorpresa. Y podemos tener ese mundo mejor. Debemos imitar a Jesús. No importa cuán cansados, débiles o abrumados estemos, Dios nos da la gracia de mostrar misericordia a quienes nos rodean. Él nos da la gracia de vivir la vida del cielo y esa vida inspira a otros a hacer lo mismo. La misericordia de Dios atraerá a todas las personas hacia sí misma porque, fundamentalmente, es todo lo que deseamos.

Por lo tanto, no tenemos una excusa legítima para ignorar el sufrimiento que nos rodea y permitir que el mundo empeore. Tenemos todas las razones para aceptar la gracia de Dios y mejor al mundo.